Historia de la Filosofía IV
El auge de los fisiólogos
Al primero que demostró el teorema de] el triángulo isósceles (Tales o como sea que se haya llamado) se le prendió el foco. Esa persona halló que no tenía que mirar la figura o seguirle los pasos a su concepto y así aprender sus propiedades mas bien tenía que producir, mediante conceptos, lo que previo a la experiencia había pensado y puesto en ella.
§14. Cualquier espacio queda corto para traducir los antiguos vocablos griegos arkhé y phúsis. Bastaría recordar simplemente que entre los filósofos de hoy y los del VI s. a.C. se interponen todos los criterios de rigor de la filología para entender que un caso de polisemia de este tipo equivale al inicio de un debate. Los debates a su vez no son más que intentos de recomposición, ya sea de un dogma como de un prejuicio. Los fisiólogos abrieron un debate para tirarse abajo un dogma en particular, o sea, que la realidad no es natural, o no del todo; cuando Tales afirma que la arkhé es agua, o cuando Anaxímenes afirma que la arkhé es aire, lo que hacen es violar el dogma que blandamente prohíbe explicar lo inexplicable, esos fenómenos donde se supone que la realidad admita lo sobre-natural, o hasta lo infra-natural si se prefiere. No se puede confiar en la naturaleza: no importa qué tan buena sea la proyección, a su buen o mal humor se le hace imposible el someterse a pronósticos. El lógos de los fisiólogos va contra el tráfico: la inestabilidad de los fenómenos naturales se puede explicar en la misma medida en que se puede explicar la estabilidad de los mismos fenómenos. La especulación naturalista es teórica, es decir, se funda sobre teoremas; los teoremas son ciertos siempre porque dejan muy en claro qué cosa es evidente y qué cosa en cambio no es evidente o, por así decir, abstracto: lo evidente puede no tener siempre la misma forma, pero los criterios que tengo en mente cuando considero que algo es evidente no pueden tener formas variables. No puedo negar ni que estos dos triángulos diferentes con ángulos iguales son semejantes ni que el circuncentro de aquel triángulo rectángulo está a la mitad de su hipotenusa, no necesito acercarme y ver cada uno de estos triángulos para saberlo: debe ser justamente por eso que Kant halló pertinente incluir a Tales en el prefacio a la segunda edición de su primer gran parto crítico (1789). Lo evidente es a su vez natural y observarlo conviene; luego y sólo a partir de la observación puede entenderse qué es lo que no se puede ver, lo abstracto: en una teoría entonces, tanto lo que se observa como lo que no se observa se dan según un modelo que se puede explicar y comprender por fuera de la experiencia puramente religiosa, ritual y mítica. A la manera de Adán con los animales, los viejos poetas y sabios le habían dado a la realidad todos sus nombres; ahora en cambio se trataba de explicar lo que pasa en realidad con el menor número de nombres posibles. Cuando lo real y lo natural coinciden, la genialidad de los fisiólogos, todas las cosas reales se llaman "generadas", nacen y mueren en lugares muy distantes el uno del otro, toman formas muy diferentes las unas de las otras, pero a pesar de eso todas parecen compartir algo elemental. Que la arkhé sea elemento, que dicho elemento sea una constante observable en la cambiante phúsis: no podríamos exagerar señalando que a partir de ese momento el mundo comenzó a existir en el lenguaje mismo, a diferencia de antaño cuando, por ejemplo, en el gesto poético eran Orfeo (DK 1), Hesíodo (DK 4) y Ferécides (DK 7) querían devolverle el lenguaje al mundo. El lógos hace su aparición.
§15. ¿Qué cosa caracteriza el discurso de los fisiólogos? En este nuevo lógos que habla de la naturaleza podemos hallar fosilizado el primer modelo de explicación científica (en el sentido de Hempel y Salmon), o sea, de explicación pragmática y sistemática (por lo menos en la intención); no es revelación ni inspiración, pretende sólo presentarse fuerte en cuanto línea argumentativa coherente, es decir, "lógica". Como todo teorema, este nuevo lógos busca ser usado y, de paso, servir de lazarillo para hallar corolarios y otros teoremas que se coloquen sobre la misma línea: adelantándonos un poco en este relato, podríamos decir que un pitagórico siempre buscará que los otros se vuelvan pitagóricos pero tratará de distinguirse de ellos mientras no lo sean. Por último, cabe destacar que el debate abierto por estos personajes conceptuales sigue la dirección de una inacabable verborrea crítica que repudia toda convención en terreno común, algo que hace unos años Franca D'Agostini llama "parasitismo crítico", refiriéndose a la corriente post-estructuralista de las últimas décadas del siglo pasado. Pareciera sin embargo que está en el mismo código genético de los filósofos florecer a partir de la reflexión previa y a través de críticas mordaces. Pero esta animosidad es un punto de no retorno, ya que se da en una inaudita paridad de armas: la observación está al alcance de todos. En efecto, los fisiólogos proponen un inicio incierto e incompleto, quedándose muchas veces en un uso analógico de la arkhé como elemento fundamental de todo lo que hay en el mundo, pero en los hechos concretos los únicos procesos que pueden llegar a reclamar como representativos de la phúsis son los procesos meteorológicos: su naturalismo es aproximativo no por falta de instrumentos, sino que por haber escogido un argumento que en nuestros días revela toda su hostilidad a la reducción a un modelo explicativo puramente computacional. Tales afirma que todo lo que se puede observar es agua pero claramente pone un límite a su abstracción cuando bien llama a no perder de vista las mutaciones recíprocas entre el agua y los demás elementos que están presentes en la realidad (DK 11 B3), en especial el pasaje del agua a la tierra. Anaximandro afirma que hay que identificar la arkhé con lo indefinido ilimitado, también llamado ápeiron (DK 12 B1), para dar cuenta también de la tendencia de los elementos a mutar, a cambiar de posición y por ende a transformar el aspecto de lo que se puede observar. Anaxímenes afirma que el aire es lo suficientemente indefinido y distribuido como para dar razón de todos los procesos meteorológicos observables, clasificables como rarefacción y condensación (13 DK B1).